Cuando comencé a dar los primeros recorridos a niños en mi laboratorio ya había empezado a hacer experimentos para mi tesis de doctorado. Luego de terminar los créditos de mi carrera pasé por una industria farmacéutica, volví a la Universidad para hacer tesis de licenciatura, otra de maestría y me sentí listo para platicarle al mundo de qué se trataba eso de lo que me había enamorado cada vez más: la Química, la Ciencia. Como decía una asesora que tuve: el rey del mambo para la divulgación
Imaginaba que con mis conocimientos y experiencia ya lo tenía todo resuelto para que, desde el pequeñín más distraído hasta el abuelito más gruñón, se apasionaran por la ciencia igual que yo. Y todo apuntaba a que lo estaba haciendo bien porque los niños que nos visitaban estaban encantados. Pero no tomaba algo en cuenta: las demostraciones que hacía eran para chicos que ya habían pasado por un programa de vocaciones científicas o los mejores de su clase de ciencias, estaban conmigo durante unos cuantos minutos y solamente iban una vez.
Los mejores aprendizajes llegaron con las primeras decepciones. A la par comenzamos con un Club de Ciencia para niños que apenas estaban empezando ese camino, con ellos debíamos trabajar durante horas para concretar un proyecto que ellos tendrían que exponer, así que debía gustarles por completo y, además, entenderlo. Decidimos, muy optimistas, irnos por algo de punta en ese momento: obtener biocombustible y ponerlo en una celda para obtener energía, algo que bien podría encajar en una tesis de licenciatura o cuando menos un proyecto de una clase avanzada de licenciatura.
Pues resultó que tener experimentos atractivos, vistosos, diferentes siempre y que además puedan entenderlos y explicarlos niños de 12 años no es tan fácil como el mambo. Claro que era un tema que los niños podían comprender, pero solamente si hablas en su idioma, alejado de tecnicismos. Esto es algo que casi en ninguna carrera te enseñan: a contar tu pasión a todos, a comunicarte.
Lo aprendimos a marchas forzadas, pero encontramos la manera de tenerlos atentos y divertidos, aprendimos de nuestro primer grupo de estudiantes lo mismo que nosotros pudimos mostrarles. La clave fue que conseguimos adaptar nuestro lenguaje a lo que ellos conocían y nosotros descubrimos que podían comprender los procesos, aun cuando ni siquiera habían visto en clase las reacciones químicas. Sin saberlo explícitamente, estábamos construyendo nuestro conocimiento en comunidad.
Los fenómenos de la naturaleza ahí están, muchos ya están explicados científicamente y algunos aún no, pero lo cierto es que todos hemos visto algo echándose a perder y cómo le crecen cosas, nuestro trabajo en la divulgación es dar a conocer que esas cosas son parecidas a las que producen biocombustible y que, de la misma manera pero ahora en un aparato, pueden generar energía, solamente hace falta poner algunos ejemplos y que los asistentes nos cuenten dónde habían visto cada uno de los pasos.
Ya después decidí prepararme más formalmente en muchos sentidos de la comunicación de la ciencia, conocí herramientas y estrategias, y estoy seguro que seguiré encontrando cosas de otras áreas que podré adaptar, pero de no haber sido por el club de ciencias, quizá seguiría dando talleres muy a mi manera sin tomar en cuenta a los que me están escuchando y eso es lo que más valoro, haberme dado cuenta de que no hay ningún rey, sino personas que están teniendo un diálogo.