No había siquiera decidido que iba a estudiar Química cuando aprendí que no todas las sustancias son lo que parecen.
Estaba acomodando cosas en una bodega cuando se volteó un bote con aceite y me cayó en una pierna, me limpié con un trapo y seguí en lo que estaba. Se me quedó un olor persistente, no olía feo simplemente a aceite, pero no se me quitaba, no me dolía, no sentía nada raro. Luego de unas horas decidí bañarme y meterme en una tina con agua caliente para intentar que se fuera el olor, pero no funcionó, dio la noche y me fui a dormir con el disgusto.
Al despertar, esa molestia se convirtió en verdadera preocupación, tenía ampollas muy grandes. Mis papás decidieron llevarme al hospital y ahí descubrieron que tenía quemaduras de segundo grado. Nunca supe qué era ese aceite pero sí que mi piel era sensible a eso y, sobre todo, que primero debo estar seguro de lo que contienen las cosas para saber si son seguras o no.
Ahora piensa en esta situación: entras en contacto con una sustancia química sin saberlo y de repente comienzas a sentir comezón en la piel, en la garganta, después tienes algunas manchas rojizas en la piel, se transforman en ronchas abultadas, te empiezas a sentir desesperado y no sabes qué hacer. Al cabo de un rato, quizá minutos, sientes que no puedes respirar, la verdad es que si no eres atendido rápido podrías morir por asfixia, todo posiblemente causado por esa maldita sustancia llamada tropomiosina y ahora lo único que puede salvarte es que te inyectaran un derivado del benceno que se llama (R)-Alcohol3,4–Dihidroxi–α–(metilaminometil)-Bencílico. ¡No puede ser! El benceno está dentro de las 10 sustancias tóxicas que más preocupan a la Organización mundial de la salud pues está relacionado con el cáncer.
Esto le pasó a uno de mis hermanos y ahora ya no puede siquiera tocar los camarones sin que se le hinche la mano. Así como lo escuchas, los camarones, porque eso que describí fue una alergia y se salvó por la inyección, que es epinefrina. Algunos somos alérgicos al polen, otros a la picadura de insectos o, como mi hermano, a los camarones y en alguna ocasión habremos consumido algún medicamento para evitar que suceda algo realmente malo, así sea un primo del benceno.
Y no porque un medicamento, o cualquier otra cosa, tenga un parecido con alguna sustancia que causa enfermedades mortales significa que va a ser dañino. En una definición desde la Química, los “parientes” del benceno se llaman aromáticos, se les dio este nombre justamente porque algunos huelen bastante. Por ejemplo, el aceite natural de menta contiene un compuesto aromático llamado 2,2-difenil-1-picril hidracilo, pero no es dañino. La albahaca contiene estragol, un aceite que causa cáncer estando solo, pero los otros componentes de la albahaca evitan ese efecto, además que para que suceda necesitarías comer montañas de ensalada sin nada más que esta planta, primero te daría indigestión.
Los productos que se venden como esencias son productos artificiales que seguramente tendrán algún compuesto aromático. Algunos se utilizan en cosmética o en la industria de los alimentos. Pensando un poco en las etiquetas, los productos que consumimos pueden tener un montón de compuestos químicos, la lista puede llegar a 10 o en ocasiones hasta 20. Eso en los artificiales, porque los aceites esenciales naturales pueden contener entre 50 y 300 sustancias químicas, pero son naturales. En eso se basan para vender las cosas ahora: la propaganda dice que ES NATURAL, libre de químicos y, por lo tanto, menos dañino. Lo cierto es que no hay nada que por ser natural sea completamente seguro o que por ser artificial sea malo por fuerza. El petróleo es natural y no por eso podríamos ponerlo en la ensalada ni nos bañaríamos con un shampoo que se llame Petróleo & Shoulders.
Así como yo fui sensible al aceite de la bodega, hay quien es sensible a la menta o a cualquier otro aceite esencial natural. Existen algunas plantas que por sí mismas pueden ser dañinas para ciertos grupos, como el ajenjo que tiene propiedades abortivas, por lo que su aceite no puede ser usado por las embarazadas, o el chocolate, que causa vómito en los primeros meses de nacido de un bebé.
Lo importante es no dar por hecho que algo es malo por ser sintético, pero sobre todo, que no todo lo natural es bueno y ya, que va a estar libre de químicos, así que antes de usar cualquier sustancia es recomendable que revises algo más que un blog, como este, es más, la invitación es que investigues las sustancias que mencioné y me puedas decir qué tan acertado es lo que propongo. Puedes buscar libros de Farmacognosia para productos naturales, artículos científicos en google académico (o buscadores más especializados), y algunas páginas web muy útiles son las de la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos o la de la Unión Europea, donde puedes encontrar resultados con conclusiones menos técnicas en las cuales basarte para utilizar o no algún compuesto, como los parabenos, de los cuales escribiré más adelante, porque nunca nos libraremos de los «químicos».