Siempre que comenzamos un proyecto nuevo nos imaginamos todo lo que vamos a hacer, todas las ideas que vamos a desarrollar, los diálogos, a cuánta gente vamos a llegar, a veces hasta cuántos lugares vamos a visitar. Es quizá el mismo proceso que una lluvia de ideas pero a nivel individual. Esto nos sucede desde una actividad puntual, hasta proyectos grandes.
Como sucede con la lluvia de ideas, lo mejor que podemos hacer es anotar todo, no dejar nada de lado, de ser posible hasta ponerlas en post-its para mapearlo en la pared o utilizar alguna app para tenerlo visualizado. Porque después vamos a tener otra idea que quisiéramos agregar, y después otra y luego otra y otra más. Regresamos a la inicial y se nos ocurre algo más, terminamos queriendo incluir todo y así, poco a poco vamos perdiendo el enfoque.
Escribiendo un blog o un guión para video, por ejemplo, a veces queremos incluir anécdotas, datos curiosos y varios conceptos en unas cuantas líneas. A veces en un solo párrafo incluimos varios tecnicismos que necesitan ser definidos y eso hace que escribamos un párrafo por cada definición, intentando que todo sea comprensible. Así puede suceder cada que escribimos, perdiendo la oportunidad de imprimir nuestra identidad de manera sencilla, por lo que es más difícil que alguien se sienta identificado con nuestro trabajo y engancharlo a esperar por la siguiente publicación.
Además queremos que sea divertido o al menos entretenido, pero resulta que cuando sentimos que acabamos ya se nos hizo un embrollo de palabras que dicen muchas cosas pero de tanto no dicen nada claro, es difícil seguirle el hilo o saber exactamente de qué trata, volvemos a comenzar y comenzamos a poner parches.
En mi experiencia, mientras más concreta tengamos la idea al comenzar es más fácil llevarla a cabo y podremos tener algo reproducible. Esto no significa que todo el tiempo vamos a estar repitiendo lo mismo sino que encontramos un formato adecuado para nuestra manera de ser y de trabajar al mismo tiempo que generamos empatía con el público.
Antes de comenzar a escribir el proyecto, el guión o antes de diseñar una demostración es bueno tomarnos un momento para para analizar el espacio que tenemos para desarrollar cada actividad, el tiempo necesario para leer o asimilar lo que está percibiendo nuestro público, y tomar en cuenta que quizá algunas cosas nos emocionan a nosotros porque vemos clara la conexión pero no todo el mundo tiene esa visión. Si bien, el contexto de cada persona es básico para el diseño de actividades de divulgación, este análisis previo es un punto de partida necesario para facilitar nuestro trabajo y dar mayor claridad a la comunicación.
Lo que hago en este caso es acotar esas ideas, dejando las más cercanas al contexto de nuestro público o las que ejemplifican más adecuadamente los temas pero reflejan nuestra perspectiva del tema y posponiendo las que no son tan cercanas para desarrollarlas mejor en otra ocasión. Más adelante se puede hablar de esos temas pendientes y hasta organizar una serie.