En diferentes épocas de mi vida me he topado con las aportaciones de John Dalton a la ciencia. La primera fue cuando era niña y me enteré de que algunos hombres de mi familia, entre ellos mi hermano, mi abuelito y un primo, no podían ver los colores como lo hacíamos el resto de las personas. Mi hermano hacía su tarea usando colores distintos a los que se le solicitaban, y alguna vez escuché a mi primo preguntar a una compañera de la escuela ¿por qué se había pintado la boca de color azul? cuando en realidad la tenía pintada de rosa.
En la licenciatura aprendí que esta condición es conocida como daltonismo, que tiene que ver con los genes y que casi siempre el gen “malo” es portado por las mujeres, pero padecida por los hombres. Alrededor de un 8% de la población mundial presenta esta condición por lo que ya se comercializan lentes que les permiten ver los colores de forma más parecida de la que lo hacemos el resto de las personas. Pero solo funcionan mientras se llevan puestos, pues las personas con daltonismo carecen de un tipo de células conocidas como conos y bastones que permiten a nuestro ojo procesar el color, y hay varios tipos de daltonismo que dependen del tipo de célula faltante. El daltonismo debe su nombre a Dalton, quien al presentar dicha condición fue el primero en publicar un artículo científico al respecto.
La segunda vez que me topé con las aportaciones de Dalton fue cuando me tocó estudiar los modelos atómicos y supe que John fue el primero en proponer un modelo atómico, en el que visualizaba a los átomos como esferas de diferentes tamaños en función del elemento que se tratase. Hizo muchas otras aportaciones a la química, pero ahora que soy maestra es una de las primeras que platico y, como me gusta contar historias a mis estudiantes, también les cuento lo del daltonismo y las anécdotas familiares.
Pero la tercera es la que considero más emocionante, resulta que Dalton pidió a su médico que después de su muerte, sus ojos fueran analizados para conocer la razón de su condición frente a los colores, la petición era tan seria que estaba escrita en su testamento y su médico, de apellido Ransome, cumplió con esta última voluntad. En la autopsia extrajo los ojos, analizó el humor vítreo e incluso vio a través de ellos, pero no encontró nada diferente de los demás. Fue hasta 1995 que un grupo de científicos quiso honrar la memoria de Dalton, y como los ojos seguían guardados, hicieron un estudio de su ADN para conocer el tipo de daltonismo que presentaba. Dalton no estaría para conocer el resultado, pero quería que los demás lo supieran, así por puro amor a la ciencia y al conocimiento.
Esta historia la conozco porque tengo un libro que se llama “Había una vez el átomo” de Gabriel Gellon que llegó a mi cuando terminaba la carrera y quería saber más sobre la química y la ciencia en general, el gusto por la divulgación empezaba a desarrollarse en mí, aunque no sabía ni su nombre ni su importancia. 12 años y un sinfín de aventuras como divulgadora y maestra de ciencia después, doy inicio con este relato a mi blog de divulgación científica al que con mucho cariño he titulado “los ojos de Dalton”. No sé si donaré mi cuerpo a la ciencia, pero sí estoy comprometida a buscar los medios para que el conocimiento científico llegue a la mayor cantidad de personas posible.